Casi viernes...

©2007 RKM
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Recién despertaba, era tarde…
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Y en el patio estallaba el sol, colándose por entre las hojas del parrón, mientras en la ventana, la estrella golpeaba con sus rayos mis yemas regordetas, pegadas ahora como ventosas al vidrio.
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Era mi divagar, un puente entre la carta que apenas se había despegado de mis dedos y la potente sensación de un líquido transparente muy frío y sólido, lleno de arena y cal, que se pegaba a mis pulpejos ensangrentados. Un rato antes, al pasar de vuelta de la oficina de correos, las espinas del rosal de la entrada acariciaron mis manos, preñándome la piel con sangre fresca, ahora coagulada.
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Por un momento mi reflejo pareció mirarme y entre risas, comencé a despegar los dedos, lentamente…
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Sonó el teléfono, tuve que partir y sólo quedó en la ventana el rastro de mis dígitos. Cuando iba en el tren rumbo al norte, pensaba en que ya no volvería a ese lugar y en que a veces mi piel se convierte en prensa y de mi sangre caen mis huellas, como de una imprenta.

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