::: Juvenal :::
Juvenal me llama a la medianoche para decirme que está sentado en un bar frente a una turgente y sensual chica, que él piensa el universo ha reservado para mí…
Le cuelgo el teléfono y le pido a la Francisca que mande a buscar otra docena de empanadas de mariscos, que se me abrió el apetito y la curiosidad.
Con mi colega, el tiempo se remonta al romántico año de 1996, donde nos enamoramos de la misma pelirroja por un par de días, en medio de una cumbre de electos mandatarios que pasaban por Chile a beber de nuestros mejores vinos y a refocilarse con nuestras peores mujeres, mientras acarreábamos hordas de periodistas, camarógrafos y stringers de un lugar a otro, con cara de vehemente patriotismo y con el aparente poder que da una credencial oficial del país organizador.
En aquel tiempo soñábamos con ser fotógrafos de alguna Agencia Internacional, dejando fuera Mágnum, claro. Y esperábamos, aunque sin desearlo tanto, que algo terrible sucediera en nuestras narices y que tuviera un valor gráfico relevante como para tener al fin la primicia frente a nuestras cámaras y llenarnos los bolsillos de tanto vender las fotos al extranjero...
Años después vino, valga la redundancia, el episodio de las botellas de vino tinto que se iban de viaje como presentes de buena voluntad al extranjero; cuento corto, no llegaron ni cerca del aeropuerto los famosos mostos, para la completa felicidad de Juvenal, quien se revolvía en su asiento de clase bussines, pensando: ¿qué cresta les regalo ahora a mis amigos en Europa...!
...Zorry, partner!
Como era de esperarse, al cabo de su periplo, Juvenal llegó con la venganza entre las cejas...
Y ésta tenía forma de tronco (sic).
No sin antes sufrir la tortura de un heroico viaje a la playa, a buscar el famoso pedazo de madera, con Ariel como testigo -no obstante nuestro ministro de fe, dormitara casi todo el trayecto-.
Historias de ovnis, borracheras, conquistas, recetas de cocina y otras mentiras, le dieron un toque de humor y sazonaron de picardía una madrugada de invierno, en la que escapando de un cumpleaños y vía complot, nos hicimos al mar en busca y al rescate de ese noble pedazo de astillas.
Costó, pero al cabo de mucho bregar y luego de perder varios kilos en los tres primeros intentos, el tronco se rindió y quedó atravezado en el auto de manera longitudinal. Tan largo era, que no se podían pasar la segunda ni la cuarta marcha del auto, así que regresamos a Santiago manejando sólo con los cambios impares. Por fortuna la reversa encajaba hacia el motor...
Y bueno, ahora el mentado árbol figura botado en el patio de la residencia de Juvenal, pero eso poco importa.
Lo que queda es el viaje, y la obstinada y a veces demente amistad que me une a Juvenal, la que junto a nuestra afición por las mujeres, el vino y las fotos, se impone a las irreconciliables y profundas diferencias de carácter que nos separan constantemente y de manera ineludible.
Un abrazo hermano!
Rafa
Las identidades reales han sido protegidas y la trama levemente dramatizada, sólo para levantar las comisuras de "Juvenal"...
2 Comments:
Una de las cosas gratas de la vida son esos amigos de y para siempre. Amigos con los cuales se han recogido historias que quedan en la mente, y que al ser relatada se encuentran códigos que solamente ustedes entienden. Menos mal que existen esos amigos, que se permiten todo tipo de locuras.
Saludos
Gabriela
Gabriela, creo que las amistades que fundan su peso en los defectos y en los bemoles de cada individuo, tienen mejor pronóstico a largo plazo, pues son de hecho más ciertas y genuinas en su trasfondo.
Cuando las amistades se fundan sólo en la cáscara aparente de las virtudes y bondades de cada cual, y al caer éstas en desgracia, se desnudan las falencias y queda expuesto el cadaver de nuestra desgraciada humanidad.
Ahora, cuando se construye desde la verdad que esconde el telón de nuestras apariencias y es la trastienda donde se fundan nuestras relaciones, no sólo son más ciertas, verdaderas y transparentes, sino que más francas y directas.
Rafa
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