De improviso, manzanas...

©2007 RKM
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Las gentes hoy caminan rápido, no es día de asueto ni de labor...

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Oscurece de camino, y las siluetas comienzan a sombrear por las veredas angostas. Hace frío y se craquela el barro a cada paso; saludan por ahí los de la parroquia y allá en la esquina la puerta se cierra sorda, áspera y vertical, gozneando un poco desde el canto pero firme al fin y al cabo.

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De reojo y mientras la cantina se llena, te veo pasar. Cruzas la calle y tu pelo se carga contra una mejilla, me miras apenas para no delatarme, y en tu mano brilla algo, no es el reflejo del viento, tampoco hay luna esta noche, es otra cosa...

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Dos calles más al sur, a un lado del canal y bajo el último farol, pasa un carretón cargado con leña húmeda, lleva enredada una ramita seca en la rueda izquierda. Atascada, golpea el suelo a cada vuelta, como un segundero, cada vez más lento; va subiendo...

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Yo me quedé quieto bajo ese farol, la luz recortaba el borde del sombrero nítidamente, y en mi aliento se dibujaba tu nombre con cada bocanada. El aire se movía lento y no hubo resplandores de árboles viejos sobre el monte. Había una propiedad en venta por ahí cerca, lindo el patio, fea la casa.

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Cuando pasé por ahí, estiré la mano desde el borde de la reja y apenas pasado el letrero, alcancé a rasgar la cáscara de una manzana rojiza. Aunque el corte era mínimo, comenzó a brotar de ella una pequeña gota; brillaban en sus paredes cristalinas, el reflejo de los faroles de toda la cuadra y una pícara sonrisa. Finalmente se deslizó rápida por la piel jaspeada y antes de caer al suelo, rompió en tres gotitas menores en mi pulpejo cordial. Para colmo, era dulce la diabla...

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Luego arribó la hora, y como no volvías, llegué a imaginarte...

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