©2007 RKM
...Como si de súbito hubiese recibido un balde de agua fría, la piel se le craquelaba en series de pedacitos, unos más grandes y otros menos, pequeñitos...
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A la tercera es la vencida se empecinaba en repensar, mientras por entre las líneas de sus manos agrietadas, deambuló sin rumbo la mirada.
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- "estoy perdido..", escupió.
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Y al compás del usual bamboleo que lo caracteriza tipo tres de la mañana, se llevó arrastrando el cuerpo envuelto por ese olor metálico, mezcla de alcohol y lágrimas. A medida que avanzaba, calle arriba se iban rozando unas con otras, las ramas bajas de los olivillos que topaban con su escaso cabello.
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A cada paso se sentía más ebrio de sus ideas, convencido, resuelto...
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Una esquina, dos puertas, una reja y dos antejardines hasta dar con el ruido. Sonaba raspado y seco, como limada de cuero viejo. Casi como si fuera a llegar de sorpresa, se peinó las greñas y aplisó el borde más angosto de la chaqueta. Ahí donde no habían bolsillos, apoyaba la mano izquierda, "No traigo nada entre manos..", se repetía una y otra vez adentro de su bóveda ensangrentada.
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Esa calle...
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El árbol de la entrada soltó la fragancia que antes había manado de sus pechos, al pasar. En medio de una bocanada de leche y miel, entonces supo que eso era, que no había regalo más lleno de portento que la libertad hecha caricia en sus labios...
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Un par de pasos al costado, embriagado entre el recuerdo de su perfume y su mirada. El rumbo comenzó por aclarar, entrecerró los ojos y se dijo "algo queda..."
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Y por todo el camino se iban rezagando, como testigos, las huellas de sus zapatos nuevos; talón ancho, grueso de empeine y sin arco de planta -rastro fácil- en el flanco derecho...
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