Malbec...?
Dino siempre aparece con sus penachos mal encumbrados, con la maldad embotellada en la diestra, la mirada aceitosa y dos copas que tintinean en la siniestra, renovando el compás del rito que nos hemos empeñado en resucitar. Una botella de tanino cada dos semanas, diferente cepa, distinto emblema.
No por sibaritismo lo acompañamos de quesos, ciruelas rellenas, kubbe y otras hierbas, sino para ahuyentar la idea del etilismo delirante que se esconde tras nuestros enílicos pasos.
Luego de fijar la mirada en una etiqueta que me parece familiar, le digo que ya quiero probar el Montes Folly, Syrah año 2001. Sólo setenta mil monedas de un peso nos separan de esta experiencia, me dice.
- ¿ cuándo vamos a probar caldos de otras latitudes ?, agrega mi compadre.
- ¡ cuando el sueldo esté indexado en dólares, le respondo…!
Un par de tragos después y ya envuelto en los perfumes del mosto, le confieso a mi futuro abogado que el complot es máximo y la traición evidente… Comprende mis palabras y sólo atina a reírse con una mueca propia de aquellos que conocen las diversas formas de fornicar con la letra de la ley, sin salir averiado. Me recuerda que está latente la cosa…
Pero noto la tristeza que yace bajo la carcajada seca y amarga que acaba de escupir. Hoy vio a su enamorada caminando en la calle… Es una chica linda y dulce, que juega a la inocentona princesa encerrada en la torre del castillo.
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Siempre le digo que se interponga y que reclame lo que considera suyo, antes de que ocurra lo que parece inevitable, pero su elevado sentido de la amistad lo detiene y ancla sus pasiones. Mientras tanto, se divierte poniéndole límites a historias que duran tres días y objetando epítetos y monsergas tales como chanchi, gordi o gusanito…
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